Dos años, o tal vez tres… En ese momento mi memoria no era
capaz de ajustarse al lapso temporal, ni tampoco a la cantidad de imágenes que
la bombardeaban sin piedad. Había pasado tiempo, entendía que el tiempo
necesario… sabía que no él suficiente.
Arbitrario destino el que me condujo tan cerca de ti, o tan
lejos… No tenía claro si seguías viviendo en la misma casa, aquella casa en la
que de alguna forma había empezado y acabado todo, las paredes de las dudas, de
los relojes parados, de los arrepentimientos saltando al vacío por la terraza,
el lugar donde creíamos haber sido tanto, donde fuimos tan poco.
Aparqué el coche, justo en el punto estratégico donde había
permanecido otras veces, pudiendo controlar incluso si salías a fumar al balcón,
pero irreconocible desde la distancia que nos separaba. Esperé allí, desdibuje
el tiempo en mi reloj hasta crear una imprecisión de minutos que se
convirtieron en horas.
Había soñado que sería sencillo, necesitaba conocer un
pellizco de tu nueva vida, dentellar un trozo de mi corazón con una de tus
sonrisas, transmitirte con la mirada todo aquello que nunca supe cómo decirte
pero que el tiempo me había ayudado a comprender.
Había gastado dinero que no tenía en gasolina, desperdicié el
tiempo de otros esperando reunir el valor necesario para tropezarme a propósito
contra ti, cara a cara… Y justo antes de un choque forzado a propósito entendí
que no era necesario, que estaba presionando algo que mi corazón había desabrigado
antes de que empezara el frio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario