lunes, 9 de abril de 2012

Un café Express.


El despertador hizo que me soltara de los brazos de Morfeo de un salto, sin tener tiempo para despedidas, para excusas...  Caminé mientras intentaba ver con claridad a la ducha, era temprano, me esperaba un día muy largo y necesitaba, por lo menos de apariencia, estar despejado, contento, como si todo fuera perfecto. 

El golpear del agua fria contra mi cuerpo me acabó de despertar a regañadientes, tenía poco tiempo para salir de casa, así que no me podia entretener y relajarme bajo la alcachofa, nunca tenía tiempo más que para no parar de hacer cosas, necesitaba unas vacaciones, me lo decía constantemente para animarme a mi mismo, pero nunca encontraba el momento perfecto para tomármelas, y tampoco el dinero suficiente, no voy a engañaros.

Llegué a la estación con el billete en la mano, comprobé entonces que todavía faltaban unos minutos para que saliera el tren y arrastrando tras de mí la maleta fui a la cafetería. Todavía no había desayunado, y si no tomaba algo de café a esas horas no sería capaz de aguantar el trayecto sin que se me cerraran los ojos. No me gustaba dormirme en los trenes, tampoco en los coches, ni en los autobuses... Había viajado por la noche en avión, más de 10 horas, y no me había permitido pegar ojo, era cuestión de confianza, o de verguenza, eso lo discutiremos en otro momento.

Me iba de mi ciudad, tal vez por un tiempo, tal vez para siempre... Dejaba cosas que me importaban atrás, pero tenía que dar ese paso, no podía quedarme en casa como si nada, como si fuera capaz de soportar día tras día el verla y no poder decirle que la quería, que la necesitaba en mi vida, que quería escribir mi historia con ella, que mi final nunca sería feliz si no era a su lado... 

La noche anterior, a pesar de la lluvia que cubría Valencia me había acercado a su portal a dejarle una carta en el buzón, por suerte la vería cuando yo ya estubiera a unos kilómetros de distancia, digo por suerte por no decir por desgracia, llevaba unos días soñando que la leía y venía a buscarme a la estación, menuda locura... Voy a deciros lo que le puse, era la verdad, y necesitaba que la supiera, me había costado un resfriado que estaba empezando a incubar, pero probar suerte siempre merecía la pena, y más cuando ya estaban jugadas todas las cartas.


"Me voy, dicho de esta forma y sin dar alguna otra explicación puede carecer de sentido, la verdad es que he dejado de poder aguantar el no tenerte cerca siempre que quiera, el besarte en la mejilla cuando te veo, el miedo al rechazo en los abrazos que te hubiera dado si contara con el valor que siempre me ha faltado. Siempre he pensado que en tí había encontrado todo lo que necesitaba para construir la vida que yo quería: sinceridad, alegría, sueños, amor, cariño, dulzura... El error ha sido mio, no supe ver a tiempo que los imposibles también existen".


Se escuchaban los últimos avisos por megafonía, subí la maleta al tren, y antes de hacer lo propio conmigo mismo, miré una vez más al andén, ella no estaba allí, no había nadie corriendo hacia mi como pasaba en las películas que narraban historias de amor, repasé una a una todas las puertas de entrada a la estación, nada, no estaba, sería mejor dejar de soñar, lo mio no era una historia de amor.

Revisé el asiento que tenía adjudicado en el tren y caminé a través del pasillo arrastrando la maleta, cerré la puerta del compartimento y al darme la vuelta para sentarme estaba ella.

- Te invito a soñar - me dijo con una sonrisa coloreada perfectamente por el rubor que estaba alcanzando el punto máximo en sus mejillas.

- Pero no me sueltes de la mano...

Fue la primera vez que sus labios rozaron los míos, ahora mismo no soy capaz de describir todas las cosas que se pasaron por mi cabeza, creo que nunca seré capaz de hacerlo... nunca he encontrado las palabras exactas para definir todo lo que siento por ella, y es que la palabra amor se queda corta, es algo más, mucho más...

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